Publicado originalmente el 11 de diciembre de 2014
Llegamos a ese café de marca, ese que ambos
odiamos pero que ahora no nos queda más remedio, ya que el tiempo está sobre de
nosotros,.
Me orillaste a pedir algo, bien sabes que no me gusta el
café.
Sonreíste e insististe, ‘Elige por mi’ te dije, algo referente a una
limonada le mencionaste a la que atendía.
Dan la cuenta y disparas el billete
de $200 cual bólido en la ultima curva del grand prix. Mis $50 apenas cubren el
pedido, pero insisto como si no me hubiese dado cuenta, te molestas y replicas
que te ofenderás, la cajera toma el dinero y estallas en risa.
‘Siempre me creen mi faceta de enojada’ y
pongo cara de estafado, haces un ademán seguido de una expresión que no
recuerdo, pero sí sé que puse cara de perro molesto ya que el acto seguido de
tu parte fue abrazarme como premio de consuelo.
Me dan mi bebida, es de un rojo intenso,
‘Algo de Passion fruit’ dices, la pruebo y a mi me sabe a arándano, la pedí
fría a pesar del clima invernal, entre tus manos descansa un té que desconozco
y de irreconocible sensibilidad para mi olfato.
Conversamos de mi día de trabajo, lo
fastidioso que puede ser lidiar con gente necia que cree hacer lo correcto, me
preguntas de un viejo amor, te respondo con la mirada y mi voz flaquea
vislumbrando la verdad. Saltas de un punto a otro en la conversación, y así
escapas de la constante realidad de comunicarme un pasado, te afronto y al fin
te recuerdo el ‘porqué’ de nuestra reunión.
Tu mirada y semblante cambian, se nota que
esperabas aletargar más lo inamovible, reanudas el tema que dejamos pendiente en
la conversación virtual que tuvimos hace menos de una hora en nuestras
respectivas oficinas, retomas lo dicho y pronuncias la verdad, te escucho con
atención y mientras hablas… cada palabra que dices me aleja más de ti, y a la
vez me hace desearte más, sin que tu lo sepas, me vas perdiendo por completo,
en caída libre en todos los sentidos.
No es que tengas la culpa, solo que me he
prometido jamás volver a salir lastimado de esa manera, soy todo lo que tus
padres nunca aceptarían, estoy alejado de los estándares sociales que la
convención moral busca, soy quien menos te merece, esa noche no lo acepté… pero
hoy me doy cuenta que tu necesitas a otro tipo de hombre.
Lagrimas corren por tus ojos, la
desesperación inunda tu voz, te rodearía en ese preciso instante para abrazarte
y jamás soltarte, pero si dejar ir todas tus penas y dolores, todas tus
frustraciones y pesadillas, toda tu innecesaria represión y devolverte a una
nueva vida.
Pero no, me quedo sentado al extremo de la mesa, escuchándote
confesarte. Paciente me trago tu desgracia y la hago mía sin querer, sin darme
cuenta, sin vivirla pero ahora adueñarla en mi mente.
Y todo apunta a un momento que no estaba
planeado en la historia, me doy cuenta de cómo es que mis ruinas vuelven a ser
castillos de arena, de un momento a otro, de un segundo a una eternidad, mi
reino vuelve a florecer, no eres ella, pero tu situación es lo que ya fue, y
no… no puedo permitirme de nuevo, nunca más… no, oh no, me duele dejarte, me
duele romperte, me duele quererte, sin que tu me hayas dejado, sin que tu me
hayas roto, sin que tu me hayas amado, pero así tiene que ser, los recuerdos
son cíclicos, las memorias circulares… y tengo que dejar atrás esas torturas
que no me pertenecen. En ese café dejé mi karma, pagué mi deuda, dejé el camino
sin retorno, el circulo debe romperse y no volver jamás.
Continuaste, hablaste de tus sueños, de tus
gustos, de tu vida, de tu hombre, tu mirada se volvió perfecta al narrar como
es que prefieres tenerlo, como lo deseas, como es que lo buscas, como es que lo
concibes, como es que sabes lo que quieres… pero a la ves se esfuma… porque de
pronto no ves que tu tienes las respuestas… y lo único que hice fue verte a
través del cristal de la ventana que reflejaba tu pasión desmedida por
encontrar el amor en tu vida, con la añoranza de un porvenir.
Terminas tu soliloquio, te comparto mis
ideas, te sientes aliviada, no por lo que digo, sino por simplemente tener la
oportunidad de expresarte, creo que eso es lo que importa. Te aferras a la idea
de que el amor es perfecto, me gusta ver esa dulzura en tu inocencia, como es
que la utopía de tu mente construye pureza en tu alrededor, me contagias de la
enérgica carga de emociones que contuviste, y me trago mis sentimientos, deseo
profundamente expresar todo lo que siento y lo que deseo… pero me callo, te
engaño fácilmente ya que desconoces mis movimientos, no me conoces todavía
demasiado bien como para saber cuando oculto algo, y con el mayor de mis
esfuerzos, dejo escapar lo que creo que es mejor para los dos:
-Tranquila, ya verás como todo será mejor…
tu… tu…. Conocerás al hombre de tus sueños.
-¿Cómo? –Preguntas asombrada, todavía algo
ida por la descarga de tus emociones.
-Si, tu serás feliz, muy feliz, ya verás,
te irás de aquí a realizar tu post-grado, y ahí estará él, ese hombre perfecto
que habías soñado, bien parecido, varonil, de familia noble, culto y letrado,
todo un caballero del siglo XIX, ahí estará, leerán juntos a Sartre, te llevará
a ver cine de Bertolucci, pasearán por la mañana en Montmartre, en la tarde te
llevará a Louvre y en la noche te habrá sorprendido con crème brûlée hecha por
él, solo para ti. El será quien atrape tu corazón.
-¿Qué te hace pensar…. Que te hace creer
que eso será verdad, como sabes que así pasará?
Sonreí, volteaste a ver tu reloj, yo hice
lo mismo con el mío de cadena, inmediatamente no perdiste oportunidad en
apuntar ‘No sabes cuanto aprecio ese tipo de detalles, no conozco a nadie a
parte de mi abuelo que use un reloj así’, sonreí de nuevo por cortesía, y al
darnos cuenta que ibas tarde para tu cita, tomamos nuestros respectivos abrigos
y partimos del lugar.
Todo lo que dije, acerca del chico, acerca
de que sé que lo encontrarás… fue mentira, lo dije para darte esperanza, lo
dije solo porque sabía que ese ensueño te haría pensar en algo mejor, en verdad
no sé si lo encuentres… pero si hay algo de verdad en mi mentira… deseo
fervientemente que lo conozcas, que esté ahí, y que sea tan real como tu y yo,
y que te ame a como dé lugar.
Condujiste hasta el lugar de tu destino, el
viento arreciaba con una constante lluvia ligera decembrina, de esa que no se
siente, pero solo enfría. Me dijiste algo que no recuerdo, seguramente un
comentario previo, de esos que decimos antes de despedirnos, ya que evitamos la
partida y buscamos postergarla para que parezca que nunca terminará ese
momento, y justo cuando te respondo el comentario, solo abres tus brazos
acompañados de una enorme sonrisa que enamoraría a cualquiera.
-No hay nada que agradecer mujer.
-Tus abrazos son especiales, das buenos
abrazos.
-Son con amor, abrazos de amor.
-Créeme, yo te quiero mucho más.
Me sueltas, sonríes y partes, camino bajo
el manto de humedad que cubre el ambiente, y preferí dejar de pensar desde ese
momento… que me habría encantado ser parte de tu vida, que deseaba con tanto
fervor y pasión poder ser tu pareja… pero es justo ahora, antes de dormir, que
creo que hice lo correcto, jamás seré el hombre de tus sueños, pero tu si serás
la mujer con la que sueño.
Lo que es ficción para unos, es realidad
para otros…