-Dime que
somos.
-Te mandé
una canción en la mañana, que dice “We’re part time lovers, a full time friends…”
-¿Eso es lo
que somos?
-Realmente
no… vaya… la verdad no sé que somos. ¿Y tú? Que piensas que somos?
-Yo creo
que somos como un rayito de luz en la vida del uno del otro.
-Eso me
agrada.
Hablamos
más allá de la noche, entrada la madrugada, en los teléfonos se vertieron las
horas que acortaron las distancias, era como susurrar en el oído del otro… solo
que 909 kilómetros estaban entre ambas voces.
Tal vez
desde ahí debí haberme sincerado, pero como bien tú luego espetaste, después de
que pasó todo lo malo, después de esa noche en la que claramente arruiné el
momento, soy un cobarde.
Y si, lo
soy, se que grandes momentos de mi vida se han ido al carajo por no tomar
iniciativa, por mejor mandar las cosas al traste… y heme aquí, ahora pensando
que hacer con casi 20 años de recuerdos.
¿Dónde cabe
todo este dolor?
El amor es
realmente absurdo: causa agonía, inflige ahogo, pero antes de esto es una
droga, inyecta dosis de felicidad por cantidades industriales al cerebro… es
curioso, pero pensé que después de La Maga nada me haría feliz… ella logró de
nuevo hacerme reír, pero ahí va, el lado de H. que todo lo sofoca, que busca
destruir algo que es hermoso.
¿Acaso merezco ser feliz?
Las
pitonisas han hablado, y todas convergen en el rumbo. Llevo años estancado en
las sombras, ahí de donde me hice cómoda la nostalgia y la melancolía, esas
acompañantes que cegaron mis ganas de vivir, esas que actuaron como somníferos
para hacerme creer que la felicidad es sentirme en una clara misantropía.
¿De qué hablamos
cuando hablamos de amor?
Hoy quería
escribir, pero tenía reales fuerzas de plasmar una disertación decente de eso
que emana del corazón… todo se bloqueó al recaer en cuenta, que soy una víctima
de mis propios errores del pasado.
Cuando le
expliqué acerca de cómo un “Te extraño” es insuficiente para expresar todo lo
que significa el ansiar la presencia de alguien, ella cambió un “Te quiero”,
por un “Me caes bien”.
¿Dónde quedó nuestro pacto del pasado?
Tal vez eso
es amor, tener un propio lenguaje, un código indescifrable, un secreto que solo
se comparte entre dos, un amor que carece de título, pero que se comparte en
dos latidos, aunque la distancia busque desterrarlos de la realidad.
¿Cuándo muere
la ilusión?
Ojalá que
la mente nunca sea frontera de nuestra imaginación.
H.
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