Fue el 10 de semptiembre del 2006. Me dijo que se iba desde casi un año antes. Me lo dijo el 9 de diciembre del 2005. Lo acalaró desde ese día que nos dimos el primer beso, cenamos en mi restaurante favorito -el cual no he regresado, porque juré que la próxima vez que fuera sería algo especial-
Llegó el día, en el que tomaría un avión para irse al otro extremo del mundo, prometiendo que regresaría y amor eterno. Me levanté sabiendo que habría sido el final. No hubo llantos, si hubiera podido caminar hasta el aeropuerto lo hubiera hecho. Caminé desde Pesquería, necesita pensar, necesitaba entender que esto llegaba a su fin.
Lo último que hicimos fue fumar un cigarro juntos. Fui la última persona de la que se despidió. Ni su madre, ni sus hermanas, ni su padre. Me besó con lágrimas y me pidió de favor que no me casara. Que lo esperara.
Lloré desconsoladamente durante más de 100 noches. Sí, cada noche. Constantemente iba mi madre y mi hermana a sobarme los cabellos diciéndome que me tranquilizara.
Las llamadas eran un martirio.
Para darle una sopresa un día compré un boleto de avión.
-"No voy a estar en esas fechas" Me dijo una semana antes del vuelo.
-"Estaré en Irlanda" Cancelé mi vuelo. Terminamos.
Entendí que yo no podía interponerme en su desempeño profesional. Años después lo dejé ir. Lo solté, por fin.
Es la frustración de subir a alguien en un avión y no saber si volverá.
Los aeropuertos tienen un cierto aire de nostalgia.
No sé si podría pasar por algo así de nuevo.