Las mas grandes batallas, siempre serán libradas por un único motivante... El amor.

lunes, marzo 07, 2011

Ocasiones perdidas

Ocasiones perdidas

“Hay algo de impotencia y vulnerabilidad,

como cuando una persona se enfrenta a su destino, bajo las estrellas,

y pronuncia una verdad ineludible, triste y magnífica…

Ordena, pero confiesa que ella misma,

la autora que formula la orden,

es también víctima de sus propias palabras”.

Sandor Marai. La amante de Bolzano.

Durante la vida de todos y cada uno, aparece eso que se repite a lo largo de la historia de la humanidad, en obras plásticas, musicales, poesía, literatura, ciencia y filosofía. Aquello que si bien hay veces que se siente, pocas veces se puede explicar.

Ligadura existencial, aquello que posibilita la vida. Amo, en cuanto fui amado en un principio por alguien más, ante el cual me hice, me hago, existo: el amor. El narcisismo primario es eso justamente, una imagen hecha de amor, sostenida en principio, en el amor materno.

Ya como sujeto, cuando se siente amor, y cuando se le declara, a lo más que se llega es a poder expresarlo a medias tintas, con palabras que resultan vacías, incompletas y faltantes.

Cuando se declara el amor es porque ya no se puede más. Es necesario que algo se haga, se diga. Aunque cueste. Hay algo de impotencia y vulnerabilidad, algo que no se puede esquivar al resultar ineludible, inaplazable. Con las palabras se ordena, se es amo, pero al mismo tiempo víctima. Son ellas, las palabras, destinadas al mal entendido, quienes nos salvan y al mismo tiempo, nos condenan. Así como Hofmannsthal, cuando en Eine briefe llega a la conclusión de que existen cosas que no se pueden expresar con palabras; declara al lenguaje como insuficiente y se pronuncia afirmando que no tiene nada más que decir; así cada uno de nosotros, cuando decimos algo que nos atraviesa por completo, somos dejados al buen (o mal) recibimiento que nuestras palabras puedan tener en el otro. Con nuestras palabras incompletas, parciales, dudosas, quedamos a expensas de ese otro. Amar es como una fobia, crea angustia al no poder explicar el porqué. Y sin embargo, cuando se ama, se lo tiene que decir; que exponer, que apalabrar, sabiendo de antemano que, “sentimos en un mundo, pensamos, nombramos los objetos en otro. Una palabra, una expresión, un gesto inocuo, hace que ambos mundos vivan desesperadamente divorciados, sin que nada llene el vacío que los separó.”[1] Vacío existencial, vacío de la diferencia, esa diferencia que marca la manera por la cual logramos inscribirnos en este mundo que nos dice, nos refleja quienes somos.

Las palabras describen pero no alcanzan y además, están por siempre destinadas al equívoco. Son éstas las que provocan duda, desconfianza, escepticismo. Al otro a quien se le dice que se le ama, ¿realmente estará ahí más allá de sus máscaras? Si amar es, como dice Lacan, dar eso que no se tiene a alguien que no es, cuando se ama ¿se está?, ¿se es?

Declarar el amor es jugar, arriesgar, apostar. No sólo eso: es jugarse, arriesgarse, apostarse. Es dar ese brinco donde uno mismo va en el salto. Lanzarse como una moneda al aire.

Este brinco, ¿cómo es que se logra?, ¿cómo es que se da? Decir que se ama conlleva cierta renuncia narcisista, ¿cómo es que se rompen éstas barreras, murallas defensivas?

El hombre, cuando habla acerca de su amor, -nos dice David Flores-, hace. Al decir su amor, hace el amor[2]. Situado desde su lugar, se avienta, pero también demanda. Ama y pide ser amado. Se descubre, (tanto al ser “sorprendido por” como por estarse “des-cubriendo”) como deseante, el principio del amor[3]. Cuando se desea es porque hace falta algo. El amante, al realizar su acto de palabra hace una palabra que actúa. “Un momento de enfrentamiento y ruptura consigo mismo, con su historia y su destino”[4]. Aquel que se entrega a sus palabras. Hablar para nombrar la ausencia de algo, algo de aquel mundo que no podemos sino sentir y con respecto a lo cual algo se debe hacer.

¿Y, el amor, existe? El psicoanálisis, como aquello que nos convoca a todos como sujetos trágicos, ¿qué dice del amor? El amor ¿existe?, ¿es real? ¿qué le otorga estatuto de realidad? ¿Será aquello que indica Lacan, al enunciar que viene a suplir la ausencia de relación sexual? ¿Será una ilusión más, siguiendo a Freud, una ilusión motivada por un deseo?, ¿deseo de sentir complementariedad, completud?, ¿imagen completa en el espejo por siempre destinado a unir aquello que está fragmentado?

Podría decirse que el hecho mismo de que sea sentido es lo que lo hace real. Con respecto al porqué, para con quién, porqué con unos y no hacia otros, en diferentes momentos con variadas intensidades y mensajes puede ser algo explicable, analizable, aprehendible. Pero el hecho de que se siente está más allá de cualquier duda. Al amor se le siente, se le dice y se le hace.

Un hombre, cuando declara su amor, lo hace parado ante la incertidumbre, ante lo desconocido, ante la ajenidad. La alteridad del otro sexo, de aquella que no toda es. La eterna revuelta del amor entre un hombre y una mujer. Aquello evidente, y sin embargo inexplicable.

Tal vez las barreras narcisistas que se levantan ante el amor tienen algo de relación con su origen. Aquellos amores originarios que fundaron nuestra propia manera y capacidad de amar. El ser humano, y no sólo con relación al amor, tarde se entera acerca de que algo que marcará su existencia, será el sentir añoranza por aquello que se fue, aunque en realidad nunca haya estado. Constitutivo del sujeto: aquello que nunca fue: “amar y saberse amado en forma perfecta y total, sin fisuras, sin grietas, sin malentendidos,(…) Reminiscencia, repetición…”[5] Porque antes de que exista un yo, para poner palabras, el amor, es aquello que se siente.

Al aprender a amar, también se aprende a doler. Si la gran ilusión del yo es que no falte nada, es al mismo tiempo lo que más le aterroriza. Para cualquier neurótico no hay nada más angustiante que su propio deseo. Cuando alguien declara su amor, se asume en riesgo. Se encuentra en constante amenaza, el otro le falta. Revive sus ilusiones, sus anhelos, el lado placentero del amor. Sin embargo, también aquello que puede llegar a asfixiar, a acercarse demasiado. El neurótico nunca cree merecer lo que tiene, y le invade la duda, la necesidad de control.

Nos queda sólo el amor incompleto, sin complemento, inacabado, dudoso, con sentimientos de poder, violencia y seducción. Nos queda el amor ambivalente, el que se gasta, el que se acaba, aquel que se va en todos los cuentos que tantas veces y por las noches, nos contamos.

“Tienen razón los escépticos cuando afirman que la historia de la humanidad

es una interminable sucesión de ocasiones perdidas.

Afortunadamente, gracias a la inagotable generosidad de la imaginación,

vamos supliendo las faltas, llenando las lagunas lo mejor que se puede,

abriendo pasos en callejones sin salida y que sin salida seguirán,

inventando llaves para abrir puertas huérfanas de cerraduras

o que nunca las tuvieron”

José Saramago. El viaje del elefante.

[1] Alatriste, S. El daño. Editores Mexicanos Unidos. 2000. p. 88

[1] Flores, D. La Declaración de amor: Palabra y acto. En De Adolescentes. Edición Privada, 2000.

[1] Lacan, J. Seminario 20. Aún. Paidós. p. 64

[1] Flores, Ibid., p. 203

[1] Flores, Ibid., p. 196.



[1] Alatriste, S. El daño. Editores Mexicanos Unidos. 2000. p. 88

[2] Flores, D. La Declaración de amor: Palabra y acto. En De Adolescentes. Edición Privada, 2000.

[3] Lacan, J. Seminario 20. Aún. Paidós. p. 64

[4] Flores, Ibid., p. 203

[5] Flores, Ibid., p. 196.

2 comentarios:

  1. El amor es un acto inocuo. Que no causa daño. Completamente agree.

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  2. Un tema basto, sin necesidad de definición, ya que definirlo sería ponerle fin y así... más vale seguir prodigándolo, que de ese modo crece, felicidades y mucho amor, para todos.

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