Por hoy, te digo adiós... Quizás hasta pronto...
Ya no puedo... No quiero.
No sabes cuanto me duele verte suspirar y saber que ese aire no irá a mis oídos.
Verte mirar el horizonte, mientras sueñas... Y pensar que no soy yo a quien visualizas.
Quiero que mi corazón sane, y quizás, en otro momento, sea lo suficientemente fuerte para enfrentarme a ti, a tu rostro, a tu sonrisa.
A esos fantasmas que de noche en noche se cuelan entre mis cobijas y me hielan los huesos, torturan mis ojos, exprimiéndolos y haciéndolos sangrar lágrimas de dolor.
Sí, creo que ya es suficiente, y por ahora, que tengo fuerza en mi alma, es el momento para decir; ya basta.
Quizás, en unos momentos, me encuentre en declive y trate desesperadamente de correr a tus brazos tiesos y a tus palabras toscas... Y de nuevo, lloraría.
¿Qué es esto? ¿Una especie de circuito enfermo donde soy amante de aquellas espinas que se adosan en mis poros?
Dios... ¿Cuando sucedió esto?
¿Por qué te sigo amando...?
¿Por qué me cuesta tanto?
Sí, me aferro a no perderte, pero al mismo tiempo lucho por desaparecerte.
¿Quién demonios dijo que este tipo de debates eran gratos?
Nadie. Ni siquiera un escritor chiflado que ame la tragedia y el sollozo.
¿Qué estoy diciendo?
He perdido la coherencia, la relación entre mis palabras y mis pensamientos.
Es mejor que vaya a sentarme bajo el sauce que alguna vez fue la única sombra que necesité, que me animó entre brisas y lloviznas.
Perderse en el espejo, me asusta entenderte demasiado.
ResponderEliminarVer el lugar donde alguna vez viviste habitado por alguien nuevo, cuando uno fue despojado... devastador.
Pero el mundo no se acaba, sólo hay desastres naturales.