Un buen pastel de chocolate es bueno hasta las migajas. Recoger los trositos pegados en la base, mancharse los dedos y comer las migajitas conglomeradas es genial, cosa que, si no te tocó comerte una rebanadita, también se disfruta pero, al menos yo, quisiera seguirle con mi buen trozo. Esto, siento, con el amor sucede parecido.
¿Cuándo nos quedamos con las puras migajas de amor y lo agotamos chupándnos los dedos? ¿Por qué queremos más, si no alcanzamos una rebanada en la repartición? ¿Podemos conciderar "un poquito de amor" como migajas de amor? ¿ El amor es cuantificable? ¿No sería, en todo caso, nuestra sed de darnos y ser recibidos a la vez que tenemos el placer de ser amados?
Creo en ocasiones que, percibir que sólo recibimos las migajas es en gran parte eso, una perspectiva (y ahhh que feo se siente). Pero... si queremos más, entonces si es contable.. ¿no?
¿Qué propiedades podemos medir del amor?
La atención, el tiempo dedicado, el contacto físico, el consejo, la comprensión, complementariedad, la disposicióne, el cuidado.
No sé... pero creo que esta sensación de escaces vs. bastedad, tiene algo que ver con querer comprender el embrollo y complejo que más bien ha de ser experimentado y no analizado: el amor.
Adrián:
ResponderEliminarLas analogías a manera de metáfora, son mi suculenta manera de ver la vida, en tu expresión en este caso, fue todo un agazajo y banquete digno de Afrodita.
Un gran abrazo, lleno de extrañeza, buenos recuerdos y nostalgias venideras.
H.
no me importa que me den una rebanada o las migajas, siempre y cuando las migajas no se acaben
ResponderEliminarno se si es mi momentánea susceptibilidad pero este escrito me puso triste...
ResponderEliminargracias Adrián! jajajaja (no es sarcasmo, me faltaba una cachetada de realidad)
Gracias, Adrián, por darme en la madre.
ResponderEliminarjajajajaaja acabo de ver que más gente agradeció la madreada.
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