Ella está ahí, expuesta, dispuesta. Carne fresca. Él está también ahí, atento, a la espera.
En ese breve, brevísimo momento de perplejidad de bestia a cazador, en la mente de ella surge un pensamiento:
- Yo no soy una más en tu cuenta.
- ¿Qué dices? Claro que no, eres una mujer única, eres especial, eres…
- No soy nada de eso, quizá algo más pero antes de seguir con toda esta parafernalia… mírame bien. (Ordena)
Como todo buen amante deseoso, su voluntad está a merced de las órdenes de ella so pena de ser “bateado”…
Pero algo pasa, algo está transformándose… Porque dentro de los ojos de ella no hay esa frágil mujer que él espera, hay una bestia; hay miseria, hay dolor, hay cicatrices de la vida, y también hay amor. ¡Vaya sorpresa! Es un ser humano…
Ahora ocurre otro breve, brevísimo pensamiento:
- ¿Qué es esto? ¿Por qué me mira así? Me siento bajo la lupa… que incómodo. Miedo…miedo…
Él es un conquistador, Alejandro, acostumbrado a ganar, a atrapar, penetrar… Y alguien ha penetrado en él de un modo que no podrá ser nunca lo mismo.
Somos humanos…estamos solos en el universo, no hay dioses, no hay extraterrestres, no hay hombre en la luna. Sólo nosotros con la soledad; y de cuando en cuando, en la mirada de algún extraño encontramos un pedazo de humanidad.
No más amantes, no más faje casual, o incluso con todo y eso, un poco, sólo un poco de humanidad…
Siempre me he preguntado, ¿Por qué nos da tanto miedo acercarnos? Y sólo hablar.
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